Colección: Revista Interamericana de Bibliografía (RIB)
Número: 2
Título: 1998
Las revistas culturales de la transición: Disidencia y consenso
La particular fracturación del campo intelectual producida por la dictadura
militar hizo que en el campo de las revistas culturales y literarias la reflexión
sobre los nuevos lugares de la política y la cultura se realizara bajo el
signo de la separación en el caso de los exiliados y del aislamiento
o, por lo menos, de la escasa comunicación entre las publicaciones del país
y de éstas con las del exilio. Teniendo en cuenta este contexto, es posible
reconstruir un itinerario con los principales núcleos significativos que se
registran en las publicaciones culturales argentinas en torno a la problemática
que estudiamos.
La censura y las condiciones represivas para el análisis crítico de la situación
nacional retrasaron dentro del país un debate que en el exilio se tornó condición
indispensable a la hora de elaborar una nueva agenda cultural. De allí que
Controversia (1979-1981), desde México, comience abiertamente este
análisis en su primer número albergando dentro de él tanto a los intelectuales
y escritores provenientes de la izquierda como del peronismo. Este mismo debate
es retomado en el país un tiempo después, aunque por separado, por Punto
de Vista (1978-), Nova Arte (1978-80), El Ornitorrinco (1977-1987)
y El Porteño (1982-1993) en la izquierda del campo, y que comparte
con el sector nacional popular con las revistas Crear (1980-1984) y
Unidos (1983-). Hasta la instauración del gobierno democrático estas
son las revistas que concentran con mayor o menor intensidad los
análisis previos y contemporáneos a la democratización.
La revista Controversia para el análisis de la realidad argentina editó
14 números entre 1979 y 1981 en la ciudad de México. Su director fue Jorge
Tula y su Consejo de Redacción estuvo formado por José Aricó, Carlos Abalo,
Sergio Bufano, Rubén Caletti, Nicolás Casullo, Ricardo Nudelman, Juan Carlos
Portantiero, Héctor Schmucler y Oscar Terán. La convocatoria esta hecha tanto
a intelectuales de la izquierda como peronistas que tenían algo en común:
el reconocimiento de la derrota como punto de partida para una reflexión crítica.13
La recomposición pasa por la autocrítica no sólo del accionar sino de los
instrumentos teóricos que sostuvieron ese accionar: es necesario afirma
el editorial del Nº 1 discutir incluso aquellos supuestos que creímos
adquiridos de una vez y para siempre para una teoría y práctica radicalmente
transformadora de la sociedad. Podría decirse que se está frente a un
doble pasaje: en el momento en que la izquierda sufre una crisis de los modelos
de transición al socialismo, los intelectuales argentinos provenientes de
esa matriz ideológica deben pensar los modos de transición de un régimen dictatorial
a uno democrático. Este doble juego sumultáneo es el que genera las discusiones
sobre la crisis del marxismo, el análisis de la izquierda argentina y latinoamericana,
la problemática del peronismo, la democratizacion y la redefinición del intelectual
frente a ella, el exilio y la literatura, entre las principales.
A la luz de la crisis del marxismo y del análisis de la situación argentina,
la mayoría de los escritores de la izquierda
abandonan los conceptos nucleares del marxismo-leninismo
e indagan nuevas formas de relación entre socialismo y democracia, buscando
una alternativa que se oponga al capitalismo pero que no obture la instancia
democrática. En algunos casos, esta actitud sólo avanza hacia un reformismo
de perfil socialdemócrata. En otras intervenciones, en cambio, se vislumbra
una indagación más complejizada por el contexto latinoamericano y específicamente
argentino. Cada vez más se consolida la idea de que el socialismo sólo se
sostendrá en el futuro si, a través de un giro democratizador, incorpora la
complejidad de la que está compuesta la sociedad actual.
Para los escritores peronistas de Controversia, el tema no es menos
sencillo. Implica repensar, en principio, la relación democracia-movimiento
popular. Para Nicolás Casullo, por ejemplo, el movimiento popular se presenta
desde su inicio en un eje de enfrentamiento, a contrapelo de la institucionalidad
democrática, pero al mismo tiempo inscribe una nueva configuración política
para la democracia. Las masas peronistas desde el momento mismo de su
constitución como fuerza política tienen conciencia de que las formas democráticas
que emanan de ellas (el gremialismo, unidades básicas, congresos estudiantiles,
asambleas de fábrica, etc.) no se generaron ni desarrollaron en el juego
democrático propio de la democracia liberal, de allí su persistente
relativización. Recíprocamente, el sistema político rechaza y deslegitimiza
a estas formas de lo democrático popular.14
La tarea que se plantean los intelectuales peronistas de Controversia
es pensar y reivindicar el peronismo como movimiento popular democrático sin
pasar por el modelo político formal pero, al mismo tiempo, sin considerar
a la democracia como instancia sorteable, como lo propuso el peronismo revolucionario.
La tarea de reflexión intelectual de Controversia en este punto gira
en torno a la reformulación democrática del peronismo.
El esfuerzo de la revista por revisar las relaciones que la democracia tuvo
con el liberalismo, con el movimiento nacional popular y con el socialismo
en Argentina, está en estrecha relación con la intención de reubicar la función
intelectual dentro de esta redefinición. Controversia dejó de publicarse
en 1981. Peronistas y socialistas, comenzada la transición, alinearon sus
problemáticas en sus ámbitos más específicos y hasta opuestos. Por entonces,
se atisbaban los primeros intentos de debate de la misma problemática en el
periodismo cultural escrito en el país.
En el entramado de revistas culturales que constituyeron la zona de disidencia
intelectual a la dictadura militar dentro del país, Punto de Vista
se destaca como su eje principal. Este protagonismo le permitió cumplir con
una doble función: por un lado posibilitó una continuidad cultural vital en
un contexto interno de incomunicación y censura y, por el otro, funcionó como
un importador cultural que reprocesa zonas ideológicas ausentes de la cultura
institucionalizada por el régimen, como un renovador de discursos teóricos,
literarios, históricos, sociológicos, cuya sóla presencia en la revista significaban
una clara intervención político-ideológica.
Los doce primeros números hasta 1981 pueden pensarse según esta
estrategia. Al producirse el aflojamiento progresivo de la censura, la revista
estuvo en condiciones de expandir esta función y conectarse con las discusiones
de las revistas del exilio, principalmente con Controversia. Pero hay
algo que diferencia a Punto de Vista tanto de aquélla como de las revistas
culturales publicadas en el país durante el período. Mientras las otras priorizan
el análisis estrictamente político y cultural, hacen encuestas a escritores,
etc., Punto de Vista, habla de otra cosa. Su intención
no se dirige a tematizar estos aspectos que, sin embargo, no están lejos
de sus preocupaciones sino a poner en circulación otros discursos, desde
la crítica cultural y la teoría literaria a la reflexión sociológica y la
historia cultural, que en sí mismos impliquen una opción intelectual refractaria
a los discursos autoritarios, no sólo políticos sino propiamente culturales.
Campea por la revista la idea de que hay que volver a depositar en los discursos
intelectuales la confianza que durante el proceso de politización de la cultura
de los años 60-70 se les había arrebatado en nombre de consignas antiintelectualistas.
Se torna posible, entonces, tener una intervención política progresista y
de resistencia en la esfera pública desde este tipo de discurso, no fuera
de ellos.
La revista que dirije Beatriz Sarlo inicia una segunda etapa a partir de 1981
en coincidencia con la apertura política.15
Como a Contorno, a Punto de Vista la mueve el propósito de
revisar la tradición cultural argentina según
nuevas claves ideológico-estéticas; podría afirmarse que Punto de Vista
completa el ciclo de Contorno, incorporando para la cultura de izquierda
aquellas zonas de la literatura que Contorno no leyó: Borges, principalmente,
la vanguardia, la revista Sur, entre otras. Construido sobre la base
de un fuerte cuestionamiento al canon realista, una revalorización de los
discursos intelectuales y del lenguaje literario como lugar en donde sí se
dirime el valor de la literatura, el sistema de intervenciones de Punto
de Vista se ampliará a vastas zonas de la cultura argentina que la izquierda
había confrontado, obviado o interpretado dogmáticamente hasta entonces.
En medio de esta empresa, la revista decide abrir un considerable espacio
a artículos sobre la relación del intelectual con la política y, en particular,
con el proceso democratizador. El número posterior a la guerra de Malvinas
inicia una serie de artículos que, desde la historia o la teoría política,
rondan esta problemática precisamente porque, como afirma Carlos Altamirano
en nombre del Consejo de Dirección: la cuestión nacional está
actualmente ligada a la cuestión democrática de modo que ninguna
puede resolverse verdaderamente sin la otra.16
La apertura democrática será también el tema de dos editoriales de 1983. El
primero, preelectoral, advierte sobre la necesidad de transformar la cultura
política argentina y democratizarla. En un gesto similar al de Controversia
la revista abandona la idea instrumental de la democracia: Hoy, en la
Argentina, la democratización es una meta, afirman. Hay, además, una
conciencia de que el cambio implica para la izquierda una operación de democratización
de los modos, en muchos casos intolerantes, con los cuales hasta no hace mucho
la izquierda intelectual condujo sus discusiones.17
En el segundo editorial, posterior a las elecciones, la reconstrucción de
la cultura argentina en clave democrática es tomada como una tarea prioritaria
para los escritores de Punto de Vista. En otro aspecto que también
la acerca a Controversia, la revista plantea que tal reconstrucción
es posible sólo a través del análisis crítico y autocrítico del pasado inmediato,
condición indispensable para la producción de una izquierda que no sucumba
a la doble y deformante tensión hacia el populismo y el dogmatismo.18
En virtud de esta ubicación Punto de Vista se tensionará tanto con
las revistas de la izquierda que aún sostienen sus posiciones desde el marxismo
leninismo, como con las publicaciones del peronismo que todavía mantienen
las posturas del viejo populismo de los 70. Si bien no existe una polémica
en el sentido formal del término, la tensión es evidente. La revista se unirá,
en cambio, a los miembros de Controversia y en 1984 formarán el Club
de Cultura Socialista que durante los años de la transición se transformó
en el lugar de debate de esta problemática dentro de la izquierda.
A diferencia de la izquierda que enfrenta su crisis en los momentos
preliminares de la transición, la zona de la cultura vinculada al peronismo
retrasa la actualización de sus problemáticas y hay que esperar a la autocrítica
generada a partir de la derrota del partido justicialista en las elecciones
generales de 1983 para encontrar planteos que no remitan solamente a los moldeados
por la línea nacional hasta 1976. La misma actitud de resistencia al régimen
contribuyó a que los tópicos propios del campo nacional hegemonizado por el
peronismo se endurecieran en torno a consignas que a partir de 1984 algunos
intelectuales peronistas propondrán discutir.
Quisiéramos ejemplificar este pasaje, esta transición, con dos revistas: Crear
(1980-1984)19
y Unidos (1983-). Crear surge con los primeros signos de flexibilización
del gobierno militar como una de las tantas revistas culturales que buscaban
generar espacios de difusión de zonas de la cultura marginada. Esta dirigida
por Oscar Castellucci, y tiene un equipo de colaboradores diferentes de número
a número. La definición de la revista como un proyecto militante de
cultura nacional y popular es puesta de manifiesto tanto en la temática
de los artículos y los artistas seleccionados como en el contenido de los
editoriales. Crear no es una revista de discusión intelectual del modo
en que lo son Punto de Vista y Controversia; es más bien una
publicación que opera sobre la coyuntura con el intento de evaluarla desde
la perspectiva de un nacionalismo cultural que no ha renovado aún sus planteos
y cuyos esfuerzos se dirigen más a oponerse desde un esencialismo cultural
a todo tipo de enajenación del pensamiento nacional que a bucear
en las complejidades que este pensamiento supondría.20
El discurso de Crear representativo de toda la zona del populismo
es claramente un discurso de resistencia que el contexto de la dictadura contribuyó
a sustentar como articulación opositora. Pero su consistencia de bloque de
ideas ya cristalizadas no generó instrumentos teóricos para procesar los profundos
cambios operados en la sociedad y, por tanto, tampoco produjo un debate dentro
de su propio campo. Hacer la revista es parte de una militancia en la difusión
y mantenimiento de un elenco de ideas, no en su cuestionamiento. Comenzada
la transición, este discurso dualista, epifánico, propio del nacionalismo
cultural a ultranza, entra en crisis. Tampoco se verifica en él ningún tipo
de revisión con respecto a la ubicación del intelectual sino que conserva
la polarización tradicional del peronismo, fuertemente anclado en las ideas
de Jauretche y Hernández Arregui. Crear adscribe y propone una idea
del intelectual militante nacional y popular, con fuerte carga
de antiintelectualismo, en un momento en que gran cantidad de intelectuales
estaban verificando el fracaso de esta idea. A medida que se acerca la salida
institucional, el enfrentamiento de Crear hace un arco desde la derecha
a la izquierda que, para sus redactores, son dos variantes del mismo pensamiento
liberal.
Con el último número de 1983, la revista acusa recibo de la derrota electoral
del peronismo, llama a la autocrítica y exige la renuncia de la cúpula y la
reorganización democrática del partido. Al mismo tiempo, inicia una nueva
etapa en la que se propone como prioridad reforzar los postulados doctrinarios
del Proyecto Nacional de Perón. Esto corresponde a un significativo
cambio de subtítulo de la revista, que pasará a llamarse desde ese número
16, Crear para el proyecto nacional, con la misma Dirección y un Consejo
de Redacción formado por Domingo Arcomano, Alejandro Guetti, Eduardo Romano
y Oscar Sbarra Mitre. Precisamente en ese número, un artículo de Nicolás Casullo
abre a la revista a los temas de debate de la transición. Es significativo
que sea la única intervención del autor en la revista la que introduzca planteos
que años antes habían circulado en Controversia, de la cual formó parte.
Casullo postula en Debate en el peronismo: ¿Una política para la cultura
o un planteo cultural de la política nacional? pensar una nueva forma
de relacionar política y cultura que permita romper con dos ideas: la que
desde la política confiere un lugar específico a la cultura (y desde allí
elabora políticas culturales para ese sector restringido), y la
que se conforma con politizar la cultura, sin entender que lo que le
viene desde la política a esa esfera cultural es la máxima manifestación de
la cultura.21
Para Casullo es clave elaborar una nueva relación entre estos dos términos
porque de ello depende que en el debate cultural del momento entren temas
que, como el de la transición democrática, permitan pensar la política como
una operación cultural. El reclamo que Casullo dirige al peronismo se basa
en que éste, por sus características de Movimiento Nacional, es el único que
puede, una vez actualizados los nuevos reacomodamientos de las tendencias
que hoy definen la crisis mundial, asumir una concepción cultural del
proyecto político democrático transformador de la Argentina. Aquí se
halla una diferencia importante de Casullo con la revista: para el primero,
en el proceso de reformulación de las tradiciones políticas que está produciéndose
durante la transición, la redefinición del peronismo es central. Esta idea
encontrará una mayor inserción en Unidos, donde el autor colaborará
asiduamente.
Crear entra en 1984 en su último año de edición. La revista dedica
la mayoría de los artículos del año al análisis de la crisis del peronismo,
a la exigencia de la renuncia de su cúpula y a la demanda de una democratización
interna. Estos temas comparten el espacio con la crítica al alfonsinismo,
especialmente a su consideración de la democracia.22
En los últimos números, Crear se opone frontalmente a dos zonas: por
un lado, a las posiciones de la izquierda intelectual reformista que acabamos
de caracterizar y, por otro, al sector del peronismo que se acerca a ellos.
Domingo Arcomano no sólo critica al sector de intelectuales socialistas (vinculados
a la fritanga socialdemócrata que se destila desde Punto de Vista)
sino también a los peronistas (José Pablo Feinmann, por ejemplo) que acercaron
su pensamiento al marxismo y que hoy lo reemplazan por un sarampión
democrático.23
Crear dejará trunco su debate. Su desaparición hasta 1987 en que reaparece
en otro momento del pensamiento peronista, le impidió formar parte de las
discusiones que precisamente se abrirían a partir de 1984. Otra publicación
del peronismo sintonizará la problemática y la hará suya: habiendo comenzado
tímidamente con un número en 1983, Unidos será, sin embargo, una revista
del período de la consolidación democrática.